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Intervención de la ministra en retiro y doctora Honoris Causa Margarita Luna Ramos

Buenas tardes a todas y a todos. Es un placer estar el día de hoy en este hermoso recinto. Señor gobernador constitucional del estado de Chiapas; señor presidente del Congreso del Estado de Chiapas; señor presidente del Tribunal Superior de Justicia; señor presidente de la Junta de Coordinación Política; señor rector, señor rector de la Universidad Autónoma de Chiapas; secretaria general de la Universidad Autónoma de Chiapas; señoras y señores diputados de este honorable Congreso; distinguidas autoridades universitarias y gubernamentales; comunidad universitaria; distinguidos invitados especiales; señoras y señores.

 

Con la emoción entrañable de quien siempre vuelve a casa, con la mente llena de profundos sentimientos de orgullo y pertenencia, no puedo evitar sentir el corazón palpitante al conjuro de los recuerdos de una historia compartida, siempre con mis coterráneos. Como muchos hijos e hijas de esta bendita tierra chiapaneca, mi travesía en el derecho comenzó en la Facultad de Derecho de la UNACH de mi natal ciudad de San Cristóbal de las Casas. La señorial San Cristóbal, expectante, hermosa y colonial, viene a mi mente el recuerdo de aquellas mañanas heladas, de esas gélidas mañanas de San Cristóbal, cuando, despuntando el alba, los tejados blancos cubiertos por la helada y el pasto crujía bajo nuestros pasos, cubierto por la escarcha de la madrugada.

 

A las 7 en punto, con los dedos entumecidos pero con el alma despierta, acudíamos con entusiasmo a nuestra facultad, envueltos más que en bufandas y abrigos en quiméricos sueños. Era el frío que mordía la piel, pero era el entusiasmo estudiantil el que encendía nuestro espíritu. Allí, en la alegría de esas primeras clases, nació en mí la certeza de que el derecho no era solo un conjunto de normas, sino un conjunto de esperanzas, un lenguaje para restituir equilibrios, una herramienta para hacer posible la justicia. Allí, entre humeantes tazas de café, libros subrayados y camaradería estudiantil, comprendí que el derecho era mi vocación y la impartición de justicia mi destino. Culminé mis estudios en la Universidad Nacional Autónoma de México, de la que hoy orgullosamente formo parte de su Junta de Gobierno, pero nunca dejé de pertenecer a Chiapas ni dejé de sentir a la UNACH como la cuna que me sostuvo cuando aún no sabía cuánto pesaba el mundo y cuánto ayuda el conocimiento para sostenerlo.

 

Hoy nos conmueve profundamente que los integrantes de este recinto, forjador de leyes y soberanía, donde se expresa la voluntad del pueblo chiapaneco, declaren benemérita a nuestra universidad. Con este acto, que por supuesto tiene la iniciativa de un gran liderazgo que hoy afortunadamente encabeza nuestro estado, la iniciativa de nuestro gobernador constitucional, esto es lo que hace perdurar a nuestras instituciones; un liderazgo de esta naturaleza es la que forja precisamente y delinea cada una de ellas. Con este acto no solo reconocen su historia institucional, sino honran a las autoridades académicas y administrativas que han esculpido día a día las bases de esta gran institución, a las generaciones de maestros y maestras que no han escatimado esfuerzo para compartir su conocimiento y experiencia, a las generaciones de jóvenes que con mochila al hombro y con la mente plagada de sueños la han hecho grande.

 

Benemérita es la universidad que forma sin discriminar, que educa a distancia, que abre caminos donde antes había abrojos, silencio o despojo. Benemérita es la que da voz a los que nunca la tuvieron, la que hace del aula un espacio de emancipación y de conocimiento que brinda herramientas para transformar al mundo. Yo soy testigo de esa fuerza y soy hija de esa herencia. Ser Doctora Honoris Causa de esta universidad es un nombramiento que no solamente me honra, me distingue y me alienta a seguir adelante. Su significado entraña un enorme compromiso ético, moral y profesional que espero honrar hasta el último momento de mi existencia.

 

Tanto al señor gobernador como al señor rector de nuestra querida Universidad Autónoma de Chiapas, les expreso mi más sincera felicitación por este logro obtenido bajo su gubernatura, bajo su liderazgo, bajo su iniciativa y bajo su rectoría. Y al propio tiempo les agradezco profundamente su generosa invitación para participar en esta ceremonia tan significativa y emblemática.

 

Gracias, gracias por permitirme ser parte de este momento histórico, gracias por mantener vivo el espíritu de una universidad que forma, inspira, pero sobre todo, como muchos de ustedes lo dijeron, transforma. La Benemérita UNACH es mucho más que una institución, es un símbolo de identidad, una luz en el mapa académico no solo de nuestro estado, sino de nuestro país y del mundo, un orgullo de Chiapas que ha trascendido tiempo, espacio y, por supuesto, dificultades.

 

Esta declaratoria no es solo un tributo al pasado, sino una semilla sembrada en el porvenir, es un faro que guiará a las generaciones venideras, recordándoles que la educación es el acto más revolucionario y luminoso en todo tiempo, pero sobre todo en tiempos como los que hoy vivimos de gran incertidumbre. En un mundo globalizado donde el conocimiento cruza fronteras y la competencia se vuelve feroz, esta universidad hoy benemérita ofrece a la juventud chiapaneca una raíz profunda y unas alas firmes, porque quien se forma en el pensamiento crítico, en la ética, en la conciencia, en la ciencia y en la cultura no teme al porvenir, lo transforma. Y Chiapas, con sus voces originarias, su sabiduría ancestral, su herencia colonial, su tendencia hacia la modernización, sus avances científicos y tecnológicos, también está llamada a dialogar con el mundo desde la dignidad y el conocimiento. ¡Que viva por siempre la Universidad Benemérita Autónoma de Chiapas! ¡Muchísimas gracias!